Más de cuatro millones de hectáreas están afectadas por las lluvias y los productores rurales denuncian que el Gobierno nacional “miró para otro lado”.
Según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, unas 4,3 millones de hectáreas sufren anegamientos y alrededor de 900 mil permanecen completamente inundadas, con pérdidas totales. En Balcarce, la productora tambera Andrea Passerini mostró en redes cómo traslada la leche en tractor por caminos convertidos en lagunas. “La angustia es insoportable, el camión no puede entrar y no sabemos hasta cuándo vamos a aguantar”, expresó.
El Escuadrón Balcarce de Gendarmería Nacional advirtió por el desborde del arroyo Crespo y el anegamiento de la Ruta 226, entre los kilómetros 75 y 80, con tránsito restringido y riesgo de corte total si las lluvias continúan.
Los cultivos de invierno quedaron arrasados y la siembra de maíz apenas cubre el 20% de las 7,8 millones de hectáreas previstas. La campaña de soja todavía no empezó y el trigo no pudo fertilizarse. “Si las lluvias no se detienen pronto, la campaña de verano va a quedar comprometida”, explicó Ramiro Costa, economista de la BCBA.
A la pérdida de cosechas se suma el colapso logístico: los caminos rurales están destruidos, los animales aislados y los productores no pueden trasladar insumos ni alimentos. “Todo lo que sembramos está bajo agua. Los tractores no pasan, las camionetas tampoco. Es desesperante”, relató un agricultor de Pehuajó.
En medio de la emergencia, los Comités de Cuenca del Río Salado se reunieron para coordinar obras de drenaje y asistencia. El encuentro, encabezado por el intendente de Carlos Casares, Daniel Stadnik, reunió a funcionarios bonaerenses y representantes de distintos municipios. “Estamos viviendo la peor inundación de nuestra historia y el Gobierno nacional es el gran ausente. La Provincia está presente, pero sin los recursos necesarios”, advirtió Stadnik.
Las autoridades definieron que Bolívar, bajo la conducción de Marcos Pisano, presidirá la Subregión B3 e impulsará las obras del nodo Bragado, clave para aliviar el caudal del río.
Mientras tanto, el agua sigue avanzando. Las familias del interior bonaerense permanecen aisladas, los productores miran el cielo con impotencia y los pueblos rurales se preparan para una semana decisiva. “Cada litro de gasoil que usamos para rescatar animales o llevar leche es plata que tendría que venir para arreglar los caminos y no llega”, resumió un tambero.
La postal se repite en toda la provincia: tractores cruzando lagunas, campos convertidos en espejos y un silencio oficial que duele más que la lluvia.